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21/01/2024

ACTEÓN

 

 

Autor ( es ). Diversos

 

ACTEÓN.

 Primer anuario técnico informativo de tiro, caza, pesca y otros deportes. Armas, municiones, balística, tiro, caza















Acteón

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Estatua de Acteón, ubicada en Trent Park House, Londres.

Acteón (en griego antiguo Άκταίων Aktaiôn) era, en la mitología griega, un célebre cazador iniciado en este arte por el centauro Quirón, también maestro de Aquiles. Hijo de Aristeo y Autónoe1​ de Beocia, sufrió la ira de Artemisa (Diana, en el caso de la romanización de la leyenda, según, por ejemplo, la versión de Ovidio). La historia también es narrada por Higino, Pausanias, Euripides, Calímaco y Esquilo, entre otros autores clásicos.

El mito

Artemisa, consagrada a la castidad, estaba bañándose desnuda en los bosques cercanos a la ciudad beocia de Orcómeno, cuando Acteón la encontró casualmente. Se detuvo y se quedó mirándola, fascinado por su belleza enajenante. Como castigo, Artemisa lo transformó en un ciervo por la profanación de ver su desnudez y sus virginales misterios, y envió a los propios sabuesos de Acteón, cincuenta, a que lo mataran. Estos lo hicieron pedazos y devoraron sus carnes, para después buscar a su amo por el bosque, sollozando. Entonces, encontraron al centauro Quirón, quien, para consolarlos, construyó una estatua de su difunto dueño. Según cuenta Ovidio en Las metamorfosis (libro III, 151-252), la diosa estaba acompañada de su séquito de ninfas. En otra versión de la leyenda, Acteón alardeó de ser mejor cazador que Artemisa, por lo que ésta lo transformó en un venado que fue devorado por sus propios perros de caza. Existen paralelismos entre la historia de Acteón y la ceguera de Tiresias, que perdió la vista como castigo por ver desnuda a Atenea, y entre Acteón y el mito caldeo y fenicio de Aqht y la diosa Anat.

El color que suelen tener las nubes cuando las hiere el sol de frente, o la aurora arrebolada, es el que tenía Diana al sentirse vista sin ropa. Aunque a su alrededor se apiñaba la multitud de sus compañeras, todavía se apartó ella a un lado, volvió atrás la cabeza, y como hubiera querido tener a mano sus flechas, echó mano a lo que tenía, el agua, regó con ella el rostro del hombre, y derramando sobre sus cabellos el líquido vengador, pronunció además estas palabras que anunciaban la inminente catástrofe: Ahora te está permitido contar que me has visto desnuda, si es que puedes contarlo

 

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